‘Giselle’ como si maña fuera: Joaquín De Luz junto a la Compañía Nacional de Danza

Con algunas sombras y cuantiosos brillos la CND nos deja un espectáculo digno, prolegómeno de excelentes trabajos venideros.

Hace algo más de un año la Compañía Nacional de Danza (CND) abrió sus anchas puertas a Joaquín De Luz. El otrora primer bailarín del New York City Ballet se encargaría de dirigir los pasos de esta compañía, ya histórica, con la difícil tarea de seguir conjugando los verbos clásicos con las frases contemporáneas. Luego de algunos programas acertados y una pandemia que aún no termina, su puesta de largo llega en forma de campesina que baila y lo hace para avivar algo tan etéreo como deseado, el amor.

Giselle ha sido la coreografía escogida, mas no una cualquiera, De Luz se decanta por una aldeana española que hace nacer en Moncayo. Es decir, ella es casi maña. Todo un acierto para revitalizar un mito, a veces demasiado frío, de la danza clásica internacional.

Respetando la esencia que define la coreografía original de Perrot y Coralli, el coreógrafo y director, va tejiendo la historia con la rima de Bécquer y los colores de Aragón. El otoño del primer acto se dibuja “allí donde cae la lluvia con un son eterno…” y la alegría juvenil de Giselle se transparenta en “las largas noches del helado invierno, cuando las maderas crujir hace el viento”.

La historia mil veces contada, perdón, bailada, despega con frescura. Sin embargo, Giselle en las carnes de Giada Rossi convence en los primeros minutos, pero se pierde en los terceros. Algo desentona en su fragilidad y es quizá la ausencia de virtuosismo que nunca se riñe con el lirismo.

En cambio, Alessandro Riga en el papel de Albrecht consigue un nivel plausible y, lo que es más importante, estable durante toda su interpretación. Los cambios en la coreografía, esos que nos desconcierta por momentos y nos alegra en otros, trajo al primer acto un paso a dos que, diseñado para la exhibición de las figuras en crecimiento, rompió con la estructura narrativa y no se ubica entre los aciertos, muchos, de esta propuesta.

'Giselle'.

‘Giselle’. Efe

De especial relevancia y, por consiguiente, digno de mencionar es la incorporación oportuna de elementos propios de la danza aragonesa que, lejos de desentonar, suma matices agradables.

Con el avance del primer acto, la aparición de los nobles, aquí llamados “viajeros”, nos deja escenas que necesitan rodaje interpretativo. Recordemos que Bathilde, la prometida oficial de Albrecht, debe ser rica en gesticulación para impregnar de sabor a la tragedia que se va gestando

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